Iglesia, Estado y sociedad civil
La responsabilidad del fracaso de los Nets tiene nombre propio y es el de Joe Tsai.
Si hay algo peor que un rico es un rico de cuna. Para quien el dinero no es una necesidad o una limitación sino un medio para hacer lo que desee con él, el valor del mismo pierde sentido en favor de algo más importante: una posición desde la que ejecutar el poder. El dinero legitima a este tipo de figuras, las cuales se sienten impunes ante cualquier limitación o barrera moral (hola, Elon). De ahí que busquen desesperadamente estar involucrados en la toma de decisiones de la empresa o compañía de turno en la que estén al mando. A veces con más destreza, otras con menos, depende del caso, claro.
La separación de poderes es algo fundamental en nuestra sociedad. Garantiza una (teórica) libertad e independencia a la hora de actuar, aunque no siempre se cumpla ni se lleve a la práctica como debiese. Cuando esta separación de poderes se incumple las cosas empiezan a carecer de sentido.
En la NBA sucede igual.
Todo se fundamenta en el consenso. Los jugadores siguen las directrices de los entrenadores porque así se ha acordado. Los técnicos apoyan las pautas del General Manager porque él comanda las decisiones deportivas. Y el dueño es quien pone paga la fiesta. Cuando esta cadena de mando se cumple es más probable que se obtengan buenos resultados en función del potencial de la plantilla.
¿Y qué ocurre cuando un eslabón de la cadena se rompe? Pasa lo que les ha sucedido a los Brooklyn Nets.
La historia de la NBA es amplia, rica y repleta de precedentes que sirven como avisos del pasado para quienes viven el día a día de esta competición. Y entre los cientos de precedentes y sus diferentes categorías la de dueños entrometidos es de la que más pueden aprender sus herederos en el puesto. Los hay tacaños (hola, Suns), los hay responsables de una cultura tóxica (hola, otra vez Suns) y los hay que no pueden quedarse quietos. Aquí es donde encaja Joe Tsai.
En octubre de 2017 se reportó por primera vez la intención de uno de los dueños del conglomerado Alibaba de convertirse en máximo accionista de los Nets, por entonces en poder de Mikhail Prokhorov. La organización en ese momento las estaba pasando canutas a nivel económico por culpa de un traspaso fallido (impuesto de lujo) y, entre otras cosas, el magnate ruso recibió presiones del Kremlin para vender sus activos en Estados Unidos. En origen, Tsai dejó claro que no iba a tomar parte de las decisiones deportivas y que confiaría en los ejecutivos y oficiales de la organización. Pero igual que Kyrie, donde dije digo, digo Diego.
Los nuevos dueños cuando asumen definitivamente el cargo quieren siempre hacer un gran movimiento, como si quisieran marcar territorio. El ejemplo más reciente de esto ha sido Mat Ishbia, nuevo máximo accionista de los Suns, con el traspaso de Kevin Durant. Tsai oficialmente tomó el cargo en septiembre de 2019, pero anteriormente ya supervisaba lo que sucedía en el día a día de la franquicia. ¿Y qué pasó en julio de 2019? Los Nets firmaron a Kevin Durant, Kyrie Irving y DeAndre Jordan, su nuevo Big Three.
En el periodo de dos temporadas que comprendió la compra de Tsai y la llegada de las dos estrellas y el acoplado Sean Marks puso las bases de un proyecto muy interesante. A base de asumir contratos basura y recibir picks o jugadores jóvenes así como intentar firmar agentes libres restringidos (lo que no les salió bien pero fastidió a más de una franquicia) Brooklyn empezó a asomar la cabeza en el Este. Marks entregó las llaves del equipo a Kenny Atkinson, quien construyó un sistema ofensivo que era canela en rama para los amantes del bloqueo directo, apostando por rondas bajas del Draft y descartes como Dinwiddie o Joe Harris. Todo el mundo al que se le preguntaba dentro de la organización destacaba que había una genuina cultura, una estructura que respaldaba al jugador y que se preocupaba de ello.
Estos días por querer poner en valor esto se me ha tachado de resultadista. Como sé que no lo soy, os recomiendo volver al pasado y escuchar este episodio del exinto podcast de culto Outsiders NBA o este del Reverso, a ver si así se entiende lo que digo.
La cultura son los cimientos sobre los que se asienta un equipo dentro de una organización. La cultura no se construye por mucho que se repita la palabra o se pongan post en redes sociales. Esta se demuestra con hechos, pero también con un grupo humano desde los puestos técnicos y deportivos que estén en la misma página. Una cultura suficientemente fuerte sobrevive a los reveses que experimenta un conjunto durante un tiempo indeterminado e imposible de medir.
Joe Tsai puso dinamita en los cimientos de los Brooklyn Nets en el mismo momento que quiso convertir a su nueva adquisición en el nuevo equipo de moda de la NBA.
Menos de cuatro años después ha sido él mismo el encargado de apretar el botón rojo y ver cómo todo se venía abajo en prácticamente una semana.
En la NBA moderna gana quien más talento logre acumular en forma de estrellas, pero también quien consigue darle más sentido y encauzarlas en un camino único. Superequipos ha habido muchos, pero solo un pequeño grupo de privilegiados ha logrado traducir eso en éxitos. Y precisamente solo en aquellos casos donde había un sistema de valores, una estructura y una organización que se hacía responsable de sus actos han acabado por tener éxito: los Heat de LeBron y los Warriors de Durant. Y a la marcha de estos ambos conjuntos han vuelto a pisar unas Finales con mayor o menor éxito o se han mantenido competitivos.
Joe Tsai quiso hacer de su última adquisición un éxito en las finanzas y en la cancha. Solo consiguió lo primero.
A lo largo de este tiempo el magnate taiwanés se ha entrometido en las decisiones deportivas, teniendo siempre la última palabra en todo, y ha consentido a sus estrellas hacer y deshacer sin que se hiciesen cargo de las consecuencias de sus actos. Si en el primer momento en el que Kyrie Irving hubiese levantado la voz para decir cualquier estupidez, como cuestionar si Steve Nash debía ser o no el entrenador del equipo en lugar de creer ingenuamente que ganar solucionaría todo, quizás el desenlace de los Nets hubiera sido distinto.
“En el momento en el que todos estén en la misma página no habrá quien nos pare”. “Mejor olvidar y seguir adelante, lo que sea por ganar”. Ganar lo cura todo en el deporte profesional, pero cuando no se aborda ese reto con paciencia y perspectiva los problemas no tardan en aflorar. Y el responsable último de la debacle no es Kyrie, pues el base solo ha resultado ser el detonante que ha expuesto una realidad incómoda: los Nets funcionaban a base de impulsos de su dueño.
Sí, Sean Marks podría haber hecho mejor su trabajo, pero tampoco es que haya tenido mucho poder de decisión o margen de maniobra en el momento en el que las estrellas han ido pidiendo el traspaso escalonadamente. El GM del equipo ha tenido que lidiar con la presión de armar un conjunto ganador con unas parejas de baile nada agradables y con un dueño que temporada tras temporada ha estado entrometiéndose en sus responsabilidades. Incluso tratando de reclutar agentes libres en verano.
El orden natural de las cosas en Brooklyn se vio pronto alterado porque la Iglesia (propiedad) se entrometía en las cuestiones del Estado (gerencia), perturbando la relación de este con la sociedad civil (jugadores).
Y la última prueba de la ruptura del equilibrio ha ocurrido en la negociación de las salidas de Irving y Durant, especialmente en el caso del primero. Según fue reportado por Marc Stein el propietario no quería enviar a Kyrie a su destino preferencial, los Lakers, aceptando una oferta peor como la de Dallas. Los Lakers ofrecían dos primeras rondas por un expiring (!) que es un dolor de huevos muelas constante y al que no quieres ver a 100 km de tu estadio. Y Joe Tsai dijo que no, que mejor dos secundarios, una primera y dos segundas. Absolutamente cegado por la necesidad de quedar por encima en lugar de ser pragmático y entender que esto es un negocio, a veces ganas y otras te tienes que callar y poner una sonrisa. Nunca lo sabremos, pero me inclino a pensar que Marks habría mandado a Irving muy gustoso a los Lakers aprovechándose de su desesperación, liberando de paso el salario de Westbrook para empezar a reconstruir.
Cuando una estrella se te pone a tiro y quiere firmar contigo no hay mucho más que decir, a parte de sí, pero los pasos que una organización de después a la hora de hold them accountable (no sé cómo traducir esta expresión al castellano) con sus mejores jugadores son lo que distingue un campeón de un quiero y no puedo.