La construcción de los mejores Knicks del siglo XXI, un trabajo a fuego lento en Nueva York
Los mejores Knicks del siglo XXI se han construído con el objetivo de llegar lejos y en este 2024 están cerca de dar la sorpresa en el Este.
“Nada en esto es fácil ni rápido, por eso pido paciencia. Lo que prometo a cambio es que seré honesto y directo. Desarrollaremos un plan que tenga sentido, tanto para impulsar nuestro crecimiento a corto plazo como para garantizar nuestro éxito a largo”. Con estas palabras Leon Rose se presentaba ante los aficionados de los New York Knicks como nuevo Presidente de operaciones en marzo de 2020. Restaban apenas unos días para que el mundo se paralizase y todo cambiase para siempre.
En ese momento la franquicia atravesaba la peor época de toda su historia. Aquella era la séptima temporada consecutiva sin pisar Playoffs, igualando lo ocurrido en los 60. Pero, a diferencia de la era de Eddie Donovan, ahora los Knicks parecían perdidos y sin rumbo en una liga mucho mayor.
El Madison Square Garden es la plaza más complicada de toda la NBA. Su ambiente empequece a las estrellas más grandes, ningún resultado es suficientemente bueno y basta un pequeño traspié para ser condenado públicamente. Rose, crecido a las afueras de Nueva Jersey, y con décadas de experiencia como agente sabía bien dónde se metía.
Los Knicks no necesitaban un proyecto solamente, precisaban de una remodelación al completo. Una que atravesase desde la plantilla hasta las oficinas. Demasiados años viviendo a base de reacciones, sin una línea marcada ni una estrategia clara. Con la primera decisión de Rose se puso la primera piedra, la que daría solidez y sentido a todo: Tom Thibodeau.
Denostado, criticado y, quizás, algo anticuado, pero al fin y al cabo un entrenador capaz de responder. Thibs aceptó el caramelo siempre envenenado de dirigir a los Knicks porque confiaba en su antiguo agente.
“Como entrenador lo único que quieres es tener voz”, dijo Thibodeau poco tiempo después de unirse al equipo. “Conozco a Leon y Wes desde hace mucho tiempo, por lo que me pidieron mi opinión sobre varias cosas. No significa que siempre vayan a hacer lo que les pido, pero creo que hay un factor de confianza ahí, eso es importante”.
Con Thibodeau se ha sido muy poco justo en los últimos años. El técnico entendió como nadie el borroso momento comprendido entre 2008 y 2014. Un visionario del juego defensivo moderno cuya personalidad entregada y dedicada por completo al trabajo tan fuerte caló en algunos de sus pupilos. Sucede con Thibs una cosa muy propia de esta era de las redes. Mientras la realidad percibida por parte del aficionado relaciona al técnico con un exprimidor físico por sus cortas rotaciones y demasiado estricto, la realidad objetiva de quienes pasaron por sus manos no puede ser más distinta. Las carreras de Noah, Randle, Gibson o Brunson no pueden entenderse sin él. Todo ello sin olvidarse de un Jimmy Butler que siente absoluta devoción por el entrenador que más creyó en él.
Nada de lo ocurrido en el Madison desde julio de 2020 puede comprenderse si no es a través del tándem Rose-Thibodeau.
Paciencia y visión son dos palabras que no suelen oirse mucho en las oficinas de los Knicks. Desde el inesperado éxito en la década de 1970, la franquicia ha ido encadenando ilusiones frustradas, incluso a pesar de lo vivido en los noventa. Esa gestión de las expectativas ha sido vital para el buen funcionamiento del proyecto de Rose. Las oportunidades de mercado han estado ahí, con grandes estrellas pidiendo el traspaso, pero la gerencia de los Knicks ha sido cauta. ¿Por qué? Porque, quizá, ese jugador no entraba en su particular hoja de ruta.
Demasiado prudentes para el estado natural del fan neoyorquino.
No obstante, el tiempo les ha acabado dando la razón. Más tras depositar buena parte de su futuro al núcleo de los ex de Villanova.
21 han sido los traspasos que han realizado los Knicks desde la llegada de Leon Rose. A lo que cabe sumar la visión en la noche del Draft con nombres como Immanuel Quickley, Quentin Grimes o Jericho Sims, así como la determinación en la agencia libre con Jalen Brunson como punta de lanza.
Pocas franquicias se han movido mejor y con las cosas más claras que el conjunto de la Gran Manzana, edificando en apenas tres temporadas y media un contender legítimo y en disposición de llegar a sus primeras Finales en este siglo XXI. Así hasta conformar un quinteto equilibrado y que ofrece opciones ilimitadas de cara a Playoffs con la defensa como pilar fundamental.
En este curso los Knicks han alcanzado la categoría de aspirantes no por pedrigí o prestigio, sino por su propio trabajo. Un equipo con un ataque y una defensa entre las 10 mejores en eficiencia, requisito imprescindible para aspirar a ser campeones. Un rendimiento que les ubica en la sexta posición general en net rating, así como uno de los más destacados en el clutch.
Para alcanzar el lugar al que se quiere llegar uno debe tener claro el cómo conseguirlo. La franquicia neoyorquina tuvo claro que precisaba de un eje a través del cual vertebrar su juego, depositando esa responsabilidad en un Brunson que, hasta 2022, había estado a la sombra de Doncic. El éxito de esa decisión, tampering a parte, está fuera de toda duda. El ex de los Mavs ya es el mejor guard que ha pasado por el Madison desde Walt Frazier y su techo está todavía por descubrir.
Sin un base de garantías en la NBA no se puede llegar muy lejos y resulta imposible hacerlo también sin aleros. RJ Barrett fue la apuesta durante varias temporadas, quedando claro que el canadiense no era la figura más equilibrada y sólida para el plan de Thibs. Anunoby, al contrario, es un diésel, y llegará tan lejos como su cuerpo le deje, elevando el suelo de los Knicks hasta mirar cara a cara a los Celtics y Bucks.
La prevalencia de un equipo como este tiene sus horas contadas. Resulta complicado imaginar que los Knicks sean capaces de mantener una rotación de lujo como esta más allá de esta campaña, tengan éxito o no. Un elenco de nombres irrepetible, el cual tiene ante sí la mejor oportunidad de conseguir un magnífico resultado y poner a la franquicia en el lugar que merece.
Y si no lo consiguen, al menos, el camino hasta aquí mereció la pena.
La paciencia es una virtud no muy abundante en los grandes mercados. La huída hacia adelante suele ser la norma, incluso en proyectos ganadores. Sin embargo, la visión es condición de posibilidad para tener éxito. O, al menos, estar cerca de él. Los Knicks han ido en contra de lo que todos esperaban de ellos. Abrir espacio salarial, mover elecciones de Draft, conseguir estrellas… En contraste, Leon Rose y Tom Thibodeau han sido un tándem inseparable con paso corto y mirada larga.
Así se construyeron los actuales Knicks
Julius Randle: llegó como agente libre en 2019
Jalen Brunson: llegó como agente libre en 2022
Isaiah Hartenstein: llegó como agente libre en 2022
Donte DiVincenzo: llegó como agente libre en 2023
OG Anunoby y Precious Achiuwa: llegaron a cambio de Immanuel Quickley, RJ Barrett y una 2ª ronda de 2024. Barrett fue elegido por los Knicks en 2019, la elección de Quickley vino de los Nuggets como parte, primero, del traspaso de Jerami Grant desde los Thunder y, después en el intercambio a tres bandas en 2020 a cambio de Leandro Bolmaro.
Josh Hart: llegó desde los Blazers por Cam Reddish, Ryan Arcidiacono y la 1ª de 2023 (Kris Murray). Un Reddish que originalmente había sido traspasado por Kevin Knox y una 1ª ronda de los Hornets que no se convirtió finalmente.
Mitchell Robinson: elegido en el 36 del draft de 2018 con una ronda originalmente de los Bulls. Chicago le traspasó a los Thunder en 2017 a cambio de Cam Payne, Anthony Morrow y Lauvergne. Después, OKC la movió a los Knicks junto a Enes Kanter por Carmelo Anthony.
Bojan Bogdanovic y Alec Burks: traspasados desde los Pistons por Arcidiacono, Fournier, Malachi Flynn y Quentin Grimes. Flynn llegó en el traspaso por Anunoby, Fournier en sign&trade en 2021 por dinero en efectivo. Mientras, Grimes fue una primera ronda de los Clippers de 2021, traspasada a los Knicks por una segunda de 2024 a cambio de Keon Johnson.