Si estás leyendo esto hay muchas probabilidades de que no formes parte del público objetivo para el que está pensado el All-Star de la NBA. Sí, es posible que lo veas, que incluso seas tan osado de trasnochar el sábado e incluso se te pase por la cabeza hacerlo el domingo. Total, llevas toda la vida con la esperanza de que el All-Star Game sea competitivo que justo el año que te lo pierdas será interesante. Pero seamos realistas, ni tú ni yo somos el sujeto en el que el departamento de márketing de la liga piensa cuando planifica este evento. A gente como nosotros se nos da por sentado, encajamos en la categoría de hardcore fans.
No obstante, cada lunes después del All-Star el debate y el discurso es el mismo. Leerás a @/Boomer1964 decir que esta pachanga es una ofensa a los Dioses del baloncesto, @/MagicJohnson1980 dirá que antes sí que había buenos espectáculos y a @DespachoCeltics pedir otro jugador blanco para el equipo. Los días posteriores son una repetición que roza la caricatura, pero en cierto sentido son un síntoma de que hay algo que está mal. O, por qué no decirlo, roto.
El All-Star es lo que es, siempre ha sido una herramienta de márketing. En los primeros años de la liga permitía que los aficionados pudieran ver a los mejores jugadores del país durante una noche. Algo novedoso y clave teniendo en cuenta que hasta 1964 no fue retransmitido en TV nacional. Con la llegada de David Stern se reformuló el producto y la idea para dar lugar a un espectáculo constante. Formato que, pese a las ligeras modificaciones que han tratado de implementar, sigue igual que en 1988 en forma y fondo. Y ese es el problema de base que tiene el All-Star a día de hoy. Me explico.
Cuando se pasa de un evento que dura un día a la idea del fin de semana, incluyendo una noche de concursos, partidos pachangueros varios y otras competiciones, todo el mundo se informaba través de la televisión. La tele es un medio de comunicación sumamente compartimentado, con unos tiempos marcados, donde todo está medido y solo hay una única visión (cuando hablamos de deporte, claro). Tú veías lo que el realizador de turno decidía y si te lo perdías, mala suerte (VHS a parte). En el último cuarto del siglo XX y la primera década del XXI la TV era la reina de todo, lo sigue siendo, pero por inercia más bien. Uno tenía acceso a un número reducido de partidos e incluso de highlights hasta hace no mucho tiempo y el All-Star ofrecía una ventana a un mundo en el que constantemente había acciones fuera de lo común.
Todo eso ha cambiado. Y el problema para la NBA es que ha ocurrido tan rápido que no han tenido margen de maniobra.
Entre 2014 y la actualidad se ha ido asentando y creciendo la cultura del highlight, algo que no es nuevo para nadie que esté leyendo esto, pero que progresivamente ha ido comiendo terreno a la mística que rodeaba al espectáculo NBA. A los 30 segundos de que haya sucedido cualquier acción o reacción ya está en las tres principales redes sociales. No es necesario ni que una cuenta oficial esté detrás, ese filtro hace tiempo que se eliminó.
Con esto no quiero decir que en 2002 hubiera una expectación tremebunda por ver a Steve Francis de titular, pero la pérdida de interés generalizado en el ASG desde la retirada de Jordan es significativa. Por el camino los hábitos de consumo, de ver las cosas y la piratería han tenido su efecto, pero los datos están ahí.
Y, sí, ahora hay mucha gente que solo se informa y ve las cosas en YouTube y RRSS, lo cual hace que los números que pueda presentar la NBA sean desorbitados. Eso no quiere decir que haya interés directo y lo más importante para la liga: que haya una conversión en forma de nuevos fans que compren sus productos. El All-Star es un escaparate y una forma de engrosar la base de aficionados de edades tempranas. Si hiciésemos una encuesta entre la gran mayoría de gente que sigue la liga acerca de cuál fue su primer recuerdo o el primer metraje que vieron muy probablemente digan algún evento del ASG Weekend. En mi caso es el Concurso de mates de 2004 (malo donde los haya).
En un momento de sobreexposición, de FOBO, de una oferta de contenido infinita y donde las RRSS alimentan que no se pare de publicar cosas la NBA se encuentra en una encrucijada de difícil resolución. La cultura del highlight es lo que ha llevado a la liga a una situación de predominancia respecto al resto de competiciones domésticas en términos digitales y de redes. Pero creo que, en mi opinión, está devaluando su propio producto y, en especial, está afectando a la joya de la corona en términos publicitarios como es el All-Star.
Y a esto hay que añadir algo más profundo y cuya solución es aun más difícil de poner solución: los jugadores.
Que el concurso de triples se haya convertido en el mejor evento del fin de semana en la última década no es algo bueno. Son 8 jugadores lanzando triples durante un minuto, para lo cual no requiere una habilidad física tremenda o viene acompañado de un factor espectáculo como sí los mates o la unión de estrellas del domingo.
No voy a enarbolar la bandera de David Stern, pero sí es que es cierto que entre los 80 y 90 había entre los jugadores un consenso para ayudar a la liga a crecer, había un cierto sentido de comunidad porque se sentían partícipes del propio ascenso de la organización. En nuestro presente tengo la sensación de que no es así, de que se da por hecho que la NBA y su éxito serán eternos, que es responsabilidad de otros hacer que el producto mejore y se venda bien. Un ejemplo de esto es la relación de los jugadores con la prensa y el progresivo distanciamiento de ella en favor de los influencers. Esto es un debate para otro día que ya trataré si surge la ocasión.
Hay una diferencia bastante grande entre que un ASG sea un partido sin mucha intensidad y otra muy distinta lo que viene sucediendo en los últimos años a excepción de 2020. Y no es porque la liga no haya intentado salvar el formato: Elam Ending, equipos, capitanes, Draft, etc. Pero si los jugadores no sienten que la responsabilidad de aprovechar ese escenario que es el All-Star para impulsar a la liga, esta no tiene mucho más que hacer. De ahí que lo de este 2023 haya rozado lo bochornoso en algunos momentos. Y eso que hemos visto ediciones infames como la de 2017.
El miedo que tengo respecto al All-Star no es que desaparezca, algo que podría ser defendible, sino que se siga la misma suerte que el Pro-Bowl de la NFL. Algo que, para quienes no controlen mucho, es como decir la nada misma.
La liga lleva mucho tiempo valorando la posibilidad de instaurar un torneo tipo copa de fútbol (no del estilo copa del rey de basket), por lo que se jugarían partidos en calendario de fase regular y que culminaría en Acción de Gracias. Sin embargo, desde mi prisma, tendría más sentido dada la tendencia alargar ese torneo hasta febrero y jugar una final four con una noche de concursos que corone a un campeón de la Copa David Stern, como tituló ingeniosamente Gonzalo Vázquez.
¿Qué cambios haríais vosotros/as en el All-Star? ¿Acabaríais con el formato actual en favor de una Copa? Os leo en comentarios o lo debatimos en Twitter.