Mi experiencia escribiendo un libro: un año después de La NBA según David Stern
Momento de turra intensita.
A lo largo del último año no he parado de dar la turra a todo el mundo que me conoce para que compre mi libro.
El cual podéis adquirir pinchando en el botón a continuación.
Dar la turra no es algo con lo que me sienta especialmente cómodo. Sobre todo porque, al final, estás diciéndole a la gente lo que tiene que hacer con su dinero y, puede, que la NBA se la sude no le importe especialmente. Pero es lo que toca.
En estas fechas se cumple un año de la salida a la venta de Dios, Patria, Rey. La NBA según David Stern, una obra que desde abril de 2020 a junio de 2021 me mantuvo completamente absorto, obsesionado y a la cual le dediqué cada minuto de tiempo libre que mi trabajo me permitió. Y en esta entrada quisiera dejar algunas reflexiones, ideas así como relatar mi experiencia por si alguien está pensando en lanzarse a la piscina o ya lo ha hecho.
El proceso de escribir un libro es algo verdaderamente único. Si, como a mí, te encanta juntar letras con cierta gracia, explorar diferentes estilos e investigar, es algo que debes probar y experimentar. El formato “sin límites” que ofrece una obra escrita da una libertad sin igual para hacer y deshacer a tu antojo.
En mi caso, desde el origen de la idea hasta la composición del último capítulo, pasó poco tiempo (13 meses más o menos), pero trabajar sin prisas considero que debe ser lo óptimo. Mi problema es que no sé cómo llevar un proyecto a término si no es entregando todas mis energías a ello. Hubo momentos en los que superar la barrera de las 4000 palabras para un capítulo era cuestión de echar una tarde y otros en los cuales para avanzar 3 párrafos eran precisas varias semanas. Supongo que esto es aplicable a cualquier libro y es lo habitual en un proceso creativo como este, pero vale la pena destacarlo.
Lo dije en varias entrevistas, durante mucho tiempo este proyecto fue mi pequeño secreto. No porque pensase que tenía un bestseller entre manos, sino más bien para poder gestionar yo mismo los tiempos y no tener a una editorial presionando desde atrás. Situación común en otros casos según he podido conocer de primera mano. Al mismo tiempo, era consciente de que el tema elegido era muy de nicho. Sí, a todo el mundo le suena la figura de Stern. Todos saben de su importancia. O bien conocen anécdotas de la personalidad que gastaba. ¿Pero cuántos estarían dispuestos a dejarse 20 pavos y después poner toda su atención en leer al respecto? Os podéis imaginar la respuesta.
Así llego a la parte más amarga. Todo lo bonito que hay detrás de escribir un libro se acaba en el momento que este ve la luz. Es decir, cuando sale a la venta por parte de una editorial.
Debido al tema y a ser un autor desconocido era consciente de mis limitaciones a la hora de colocar el manuscrito en una editorial grande. De hecho, ninguna respondió a mis correos electrónicos. Tenía asumido que la obra podía quedarse guardada y nunca ver la luz pese a todo el esfuerzo. Al fin y al cabo esto es un negocio y de poco importa la calidad del texto si no se puede (o no se sabe) vender al público adecuado. Solo una respondió, gracias a una persona en concreto, y así este libro pudo salir a la venta.
Un año después de aquello mis sensaciones son encontradas. Por un lado estoy feliz y contento con el resultado de la obra. Todo lo que uno puede estarlo pese al deseo irrefrenable de corregir cada párrafo escrito para mejorarlo, claro está. Pero por otro siento decepción. No por la acogida, la cual me permitió desvirtualizar a gente, vivir la experiencia de la feria del libro, sino más bien por lo vivido detrás del escenario. Cruces de correos electrónicos desagradables, la sensación de no haber hecho lo correcto al publicarlo donde se publicó y de estar solo ante la promoción de una obra como autor.
A la hora de vender un texto en cualquier formato (libro, revista, artículo, ensayo) hay que tener en cuenta algo fundamental: la gente en este país no lee, compra el producto. Partiendo de esta base el contenido que se trata de colocar pierde peso en favor de su envoltura o bien de la narrativa alrededor suyo. “Este libro es una pasada”. “Fulanito me lo ha recomendado”. “Leí en tal medio que era brutal”.
En otras palabras, lo verdaderamente importante es lo que se dice de algo, no ese algo en sí.
Un autor con un puñado de seguidores no puede ser el responsable de armar una campaña de márketing, el autor es el encargado de producir el mejor texto posible.
En mi caso me he visto obligado a hacer ambas funciones para sacarlo adelante.
¿Volvería a escribirlo? Sin dudar un solo instante. El resto de preguntas y sus consiguientes respuestas las guardo para mí.
La lección aprendida durante este tiempo es a valorar lo hecho por uno mismo en su justa medida y a relativizar todo. Creía y creo firmemente que, por mucho que un tema sea de nicho, hay historias que merecen ser contadas. Bien para analizarlas en profundidad, ir más allá de la hemeroteca o para que estas sigan vivas. Y este libro, objetivamente, ofrece ángulos e información que no se encuentra en ninguna obra en inglés a la que he tenido acceso reciente. De ahí que siga creyendo en su potencial.
Hace unas semanas leí unas declaraciones de la actriz Alexandra Jiménez diciendo algo así como que los artistas debían desentenderse del resultado de sus obras, hacer el trabajo lo mejor posible y no preocuparse por cómo este funcione. No puedo estar más en desacuerdo con ella. El público ve resultados, números, ránkings, premios y eso es lo que verdaderamente trasciende y tiene capacidad performativa. De nada sirve escribir la novela del siglo si no hay nadie detrás leyéndola. Sin público, sin receptores, no hay cultura. El problema es un sistema el cual restringe todo a la lógica del mercado y que funciona como un coto cerrado de difícil acceso.
Un año después no puedo estar más en paz con la decisión que tomé de lanzarme a la piscina con un tema complicado y donde me forcé a sintizar para distinguir entre lo relevante y la anécdota. Sin embargo, tengo una espina clavada que, ojalá, en el futuro pueda quitarme.
¿Volveré a escribir un libro? Tengo la convicción de que así será. El tema lo tengo claro. El cuándo me lanzaré a ello aun no.
Si siempre has querido escribir un libro o sientes curiosidad por emprender ese camino no dudes en escribirte y trataré de ayudarte como a mi me ayudaron.
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