—Oye, me gusta mucho la carcasa del móvil.
—¿Qué? Ah, sí. No iba a preguntarte sobre esto, pero… ¿Cuál es tu Pokémon favorito?
—Uf… Mmmm. No lo sé. Eeeh. Ahora me has pillado.
Esto podría servir para resumir cómo ha sido mi viaje a Málaga para cubrir el torneo centenario de la FEB. Un intercambio absolutamente trivial con Brandon Ingram que dio pie a una conversación en donde contó cosas muy interesantes, confirmando algunos rumores que había oído y sacar adelante un artículo. Aquello rompió el hielo. No para él, claro. Después de ascender una interminable cuesta y culminar la cima (literal, miradlo en Google Maps) llegué a The Embassy, en Fuengirola. Allí iban a ser la mayor parte de los entrenamientos de España, Eslovenia y Estados Unidos.
“¿700 metros? No sé por qué Google dice que cuesta 20 minutos llegar de la estación de cercanías al pabellón”, pensé.
Lo que vendría después sería una subida que ni en el Tour de Francia.
No obstante, el esfuerzo mereció la pena.
Una vez nos dieron paso a la prensa pude acercarme a todo jugador sentado en el banquillo para hacer mi trabajo con la mayor libertad posible. De una pregunta cortita a poder conversar con ellos durante 5 o 10 minutos, dependiendo de si les apetecía o no. Una forma de entender este negocio distinta, cuyo éxito depende de la destreza de los reporteros, pero también de unos profesionales abiertos a colaborar. Así cambió radicalmente la percepción que tenía de algún jugador, otros, sin embargo, se ratificó, tanto para mal como especialmente para bien.
—¿Eso es Medusa? —Me interceptó Jaren Jackson Jr sobre uno de mis tatuajes. Mi idea era preguntarle sobre la defensa y el juego, pero el plan cambió al momento.
Dos días siguiendo los pasos de la Selección estadounidense valieron la pena para vivir algo que en la mayoría de veces parece imposible. O al menos, extremadamente lejano.
Lo de las cuestas interminables y Málaga es, sin duda, su denominación de origen.
Rumbo a la gala de la FEB volví a cometer el mismo error que por la mañana: confiar en Google Maps.
Hace años visité Gibralfaro, pero mi cabeza olvidó inteligentemente el camino que era preciso hacer hasta la cima.
Esta vez era consciente de que estaba en la parte alta de la ciudad, pero no creí que fuese para tanto.
La fotografía creo que habla por sí sola.
Aprendí la lección, a veces un taxi te puede salvar de un desfallecimiento.
Después vinieron los partidos. Los encuentros de selecciones siempre son diferentes. El ambiente no se parece en nada a duelos entre clubes. Hasta esta semana lo más intenso que había presenciado fue un Bosnia contra Australia en un Mundial U17, pero los tres choques entre España, Eslovenia y USA dieron la sensación de tratarse de partidos eliminatorios de un torneo oficial. Mikal Bridges así lo reconoció en rueda de prensa, haciendo una especie de comparativa con el ambiente de las Finales.
Puede que la mayor parte de la gente en las gradas fuese española, pero había presencia de los otros dos competidores. Más eslovena que estadounidense, claro está. De hecho, la hinchada de Eslovenia ocupaba prácticamente un sector y así lo hacía notar en cada posesión de los suyos. Una afición entregada y que es muy consciente del excepcional momento que vive su país gracias a Doncic. Un Luka que, por lo conversado con la mayoría de ellos, está cerca de alcanzar la categoría de semidiós, dicho sea de paso.
Tan intenso como corto fue este torneo que sabe a poco viendo el nivel mostrado por los tres conjuntos. Los más grandes escondieron sus cartas, mientras la Eslovenia de Sekulic constató lo que se intuyó en el Eurobasket: que con y sin Luka no hay mucho que puedan esconder al oponente. Este no será un Mundial de estrellas, pero sí puede ser uno de alto nivel como se está comprobando en otros amistosos. Y ya por eso merecerá la pena ver los más de 90 encuentros.
Yo mientras voy a seguir transcribiendo declaraciones, que me quedan unos cuantos artículos por sacar.